Algunas veces las parejas swingers se conceden permisos especiales por diferentes situaciones que acontecen en sus vidas. Este ha sido el caso de nuestro lector Willy Nilly que nos ha contado cómo fue la primera cita en solitario que tuvo en un club swinger. A diferencia de lo que fantaseó, la realidad fue mucho más diferente de lo que esperaba.
¡Obtuve el permiso de mi esposa!
Mi esposa y yo tenemos una gran comunicación. Estamos acostumbrados a compartir lo que pensamos, sentimos y experimentamos. Tampoco la vida es perfecta, por lo que no es que nos creamos buenos modelos a seguir del estilo de vida swinger. Solo que tratamos de ser lo más honestos posibles en esto.
Cada vez que hablamos, nuestro estilo habitual es que intentamos intercambiar información respetuosa y decente de las parejas que han llamado nuestra atención. Justamente teníamos a un unicornio en mente con el que hemos estado hablando, pero cuando pudimos concretar la cita, mi esposa tuvo que lidiar con varios problemas médicos.
Su reposo le imposibilitó asistir a la cita, pensé que sería para la próxima ocasión. Pero ella me sorprendió al darme el permiso a que fuera a la cita yo solo. Después de confirmarlo varias veces, no cambió de opinión. Quería que fuera a divertirme y le contase todo de regreso.
Un placer culpable ¿o no?
No mentiré diciendo que la idea de encontrarme en ese club con esa mujer, no me tenía emocionado y muy excitado. Esperaba fuera el mejor placer culpable que hubiese experimentado en mi vida. Al encontrarnos tomamos algunos tragos, coqueteamos un poco, y fuimos a una habitación disponible para nuestro juego. El sexo fue bueno… pero decepcionante.
Cuando terminamos nuestra primera ronda, no podía dejar de pensar en que esta experiencia en solitario no se asemejaba a las experiencias que tenía con mi esposa. No había sido así de divertida como hacer swing con ella. Mi yo cachondo de 16 años estaría tremendamente decepcionado de mis pensamientos esa noche.
En ese descanso entre la primera y la segunda ronda me quedé divagando en la cama mientras mi acompañante dormía un rato. El sueño después del sexo es uno de los mejores alivios, y creo que la mejor manera de excitar a una mujer para tener relaciones sexuales es dejarla tomar una siesta y descansar.
Todos estamos sobrecargados de trabajo. Una siesta rápida hace maravillas. Y fue lo que le di. Ahora que lo recuerdo me parece estúpido que me haya quedado despierto pensando en que tenía que comprarle comida al perro porque se le había acabado o en qué estaría haciendo mi esposa en casa.
El regreso a casa
Cuando llegué a casa, mi esposa se despertó al yo entrar a la habitación. Me pidió los detalles que tanto solicitó, y quería saber cuán bien me fue. Su rostro sorprendido fue gracioso al explicarle más o menos mi cita y cómo no la pude disfrutar por completo sin ella allí. Le comenté que lo más triste fue no compartir esos momentos con ella.
Mi esposa aprovechó para reírse de mí por un buen rato, y me consoló diciendo que no me motivaría a ir a más citas en solitario mientras estuviese descansando. Francamente, la vida swinger nunca es sencilla. Lo que parece prohibido no lo es, y lo que parece evidente tampoco.
No hay blancos o negros en este estilo de vida.