Todavía sigo procesando nuestra primera vez en un club swinger

Las primeras veces son aterradoras y no es algo que cambiará. Por eso encontrarnos a parejas swinger novatas con muchos nervios y miedos, es ya una costumbre. Una que irá desapareciendo a medida que las parejas aprendan con la práctica lo que está bien o no para ellas.

Este fue el caso de una de nuestras lectoras Exhibicionista-A, que nos compartió su historia. Una en la que el placer y la satisfacción se mezcló con la incertidumbre después de finalizada la noche. ¡Conozcamos su historia!

Teníamos límites, que olvidamos por el alcohol

Antes de ir al club, hablé con mi esposo sobre nuestros límites. Sería nuestra primera vez en un club swinger y queríamos ir con calma. Llegamos al acuerdo de que en esa visita en particular solo miraríamos a los demás y disfrutaríamos de ser observados. Se suponía que no haríamos más, ni siquiera entre nosotros mismos.

Ambos tenemos treinta y tantos años, estamos muy en forma y somos guapos, por lo que fuimos bastante populares en el club al llegar. Muchas parejas estaban fijos en nosotros. Pasamos la primera hora asimilando todo y besándonos de vez en cuando. Además, lamentablemente bebimos más de la cuenta por los nervios. Teníamos un montón de gente mirándonos y nosotros estábamos mirándoles. El alcohol se sintió lo correcto en ese momento.

Un par de horas después comenzamos a jugar más, nos olvidamos de lo que habíamos dicho y simplemente mi vestido se subió a mi abdomen y mis pechos quedaron al descubierto. Él jugó lentamente conmigo mientras yo me sentaba entre sus piernas y mirábamos a la multitud.

tres mujeres en ropa interior
personas en ropa interior
grupo de personas

Una pareja demasiado insistente

Después de un rato, se nos acercó una pareja. Nos preguntaron qué nos gustaba y dijimos que era nuestra primera vez y que solo íbamos a mirar. Sin embargo, la mujer era un poco insistente y seguía preguntando en qué estábamos. Se bajó la camiseta, me agarró la mano y me dijo que la tocara.

Ella estaba borracha, yo estaba borracha a ese punto. En ese momento, me pareció una buena idea y a mi marido pareció gustarle. Terminamos jugando con ellos. Mi esposo y yo nos besamos, seguido nos chupamos las tetas entre las dos; y nuestros maridos nos tocaron de igual manera. Ella le dijo a mi esposo que podía tocarle las senos y yo no me sentí insegura, así que le dije que siguiera adelante, pero él dijo que no.

Hasta allí todo bien, fue un momento muy sexy, no obstante, ella me presionó para que le hiciera una mamada a su marido. No quería hacer tal cosa y el juego acabó poco después de eso. Mi esposo y yo terminamos teniendo sexo. No fue el final, otra pareja vino y se sentó a nuestro lado durante ello. La esposa se acercó para jugar conmigo mientras ambos montábamos a nuestros maridos. Nos fuimos un rato después.

Reflexiones en sobriedad

Aprendí que soy un desastre a la hora de respetar mis propios límites. Que beber tanto y hacer swing es una mala idea. Mi esposo también está de acuerdo con todo el asunto. Por lo que prometimos que teníamos que ceñirnos a nuestros límites y que habíamos tenido suerte de no haber terminado peor. Una parte de mí se pregunta por qué estamos haciendo esto en primer lugar. Ya tenemos una relación increíble y una vida sexual increíble. Hacer swing es divertido pero conlleva muchos problemas. ¿Deberíamos poner en riesgo nuestra relación solo por un poco más de emoción?

Entonces me pregunto por qué no estaba celosa esa noche. «Creo» que fue porque mi esposo y yo nos besamos constantemente mientras estábamos con las otras parejas. No era tanto que tuviéramos un encuentro sexual con otras personas, sino que usáramos a las otras personas para hacer nuestro propio sexo más caliente. Creo que si nos hubiésemos intercambiado, habría estado celosa. Ver a mi marido interesado en otra mujer sería difícil para mí de aceptar.

También está el desequilibrio entre mujeres guapas y hombres feos. Si mi esposo y yo fuéramos solteros y el club de swingers fuera un bar, él habría tenido varias mujeres a las que le habría interesado perseguir. Para mí, había UN SOLO chico que era guapo, estaba en forma y cercano a mi edad. Como comentó mi esposo cuando nos fuimos, parecía que la mayoría de las veces invitaríamos solo a una mujer guapa que nos gustara a los dos para el equipo.

Lo que nuevamente plantea problemas de inseguridad en mí. Mi esposo no tendría que preocuparse de que yo encuentre otro hombre más atractivo que él; sin embargo, yo tendría una competencia seria con tantas mujeres hermosas. Lo sé, lo sé, mi marido no está conmigo solo por mi apariencia. Esas otras mujeres no tienen todas las otras cosas que yo tengo para ofrecerle, pero díselo a mi subconsciente. Simplemente no sé si puedo superar eso.

Un futuro abierto

Dejando a un lado todos nuestros errores y mis inseguridades, nos divertimos y fue emocionante.

Nunca había hecho nada con otra mujer además de besarla y, aunque tocarlas no era excitante en sí mismo (se sentía un poco como tocarme a mí misma), excitaba a mi marido, lo que lo hacía excitante para mí. Mi esposo disfrutó de toda la lujuria que vio y yo también disfruté eso.

Nos gustó mucho montar un espectáculo para otras personas. Vestirme de punta en blanco y ser tan sexy como quería sin tener que preocuparme de que la gente me mirara desdeñosamente y, en cambio, mostrar su deseo hacia mí, fue muy refrescante.

Poder tener sexo cuando lo sintiéramos propicio también fue realmente liberador. Disfruté demasiado la experiencia como para decir que nunca lo volveremos a hacer. Pero al mismo tiempo pensar en volver me da ansiedad y hace que todas mis inseguridades regresen.